Redacción: UNITAS- Fotografía: AOPEB
Para varios expertos reunidos en el Foro “Nuevos retos para la Agroecología en Bolivia”, la crisis sanitaria desatada por la Covid-19 desnudó las debilidades y defectos del actual modelo de desarrollo agrícola que tiene a las industrias como principales proveedoras de alimentos y evidenció que los sistemas alimentarios locales, que promueven la agroecología o la agricultura familiar, fueron los que permitieron el acceso a alimentos de la población, en condiciones de equidad, confianza y diversificación.
El evento virtual desarrollado este miércoles y jueves, organizado por la Fundación Tierra, la Asociación de Organizaciones de Productores Ecológicos de Bolivia (AOPEB) y la Unión Nacional de Instituciones para el Trabajo de Acción Social (UNITAS), reunió a más de una decena de expertos internacionales y nacionales en materia de agroecología para reflexionar el escenario actual y los desafíos para que Bolivia asuma la agroecología como una alternativa de desarrollo agrícola, frente al modelo industrial.
El profesor de agroecología de la Universidad de California Berkeley, Miguel Altieri, desglosó una a una las debilidades y efectos negativos del modelo agrícola industrial. Por ejemplo que impulsa la deforestación con la concerniente aparición de nuevas enfermedades por el desplazamiento animal; promueve el uso masivo de herbicidas, insecticidas y fungicidas para la producción; alienta el acaparamiento de tierras para biocombustibles, minería o plantaciones o permite una descampesinización del agro.
A estas debilidades y efectos negativos se suma la reciente crisis de la Covid-19 y su afectación a este modelo agrícola. Con las cuarentenas en diferentes países, indicó Altieri, los alimentos importados por grandes cadenas alimentarias han sido limitados y difíciles de ser comercializados en las ciudades, y sus precios y la especulación fueron en aumento. Pero también generó otros efectos: “El coronavirus provocó desempleo y reducción de ingresos (…). Las pérdidas generalizadas provoca un número cada vez mayor de consumidores que no pueden comprar sus alimentos, pero además muchas personas están cambiando sus dietas de productos frescos hacia alimentos procesados más baratos, lo que podría aumentar la obesidad, la diabetes y otras enfermedades”, explicó.
Es en este marco que la agroecología surge como modelo alternativo para la seguridad alimentaria, dado que los sistemas alimentarios locales han demostrado, según Altieri, ser “socialmente equitativos y resilientes”, dado que es independiente del petróleo; de bajo impacto ambiental; resiliente al cambio climático; funcional a servicios económicos, sociales y ambientales y permite el desarrollo local.
La ingeniera agrónoma Georgina Catacora-Vargas desglosó las diferencias entre un sistema alimentario agroindustrial y uno agroecológico. Indicó que el primero se caracteriza por estar basado en una economía de escala y de monocultivo, protagonizada por un número reducido de entidades, ejerce el control sobre los precios, tiene una producción especializada, funciona a través de intermediarios y genera distancia económica entre productores y consumidores. Sobre el sistema agroecológico, explicó que se basa en economías locales y regionales que revalorizan el conocimiento campesino-indígena de la producción agrícola. Lo protagonizan los campesinos/as y agricultores de pequeña escala, la producción es diversificada, la calidad se establece a través de redes de confianza, se basa en precios justos y de inclusión y se fortalece de manera orgánica para la seguridad alimentaria.
Sobre el modelo agroindustrial, el director de la Fundación Tierra, Gonzalo Colque, evidenció una serie de datos estadísticos relacionados a los cultivos transgénicos en Bolivia. Mencionó que todo comienza en 2005, cuando con la aprobación de la soya transgénica, al día de hoy, desapareció en el país la producción de soya convencional. “100% de lo que tenemos hoy son cultivos transgénicos de soya”, enfatizó y se preguntó si los nuevos decretos emitidos por el Gobierno –que ordenan abreviar los plazos para la autorización de nuevos cultivos transgénicos de maíz, caña de azúcar, algodón, trigo y soya- alentarían a replicar esta tendencia.
Para Luis Gomero, de la Red de Acción en Agricultura Alternativa de Perú, son necesarias algunas acciones para fortalecer la agroecología: la elaboración de un mapa con los centros de mayor agrodiversidad en el país; promover políticas de estímulo para pequeños productores; declarar territorios de producción ecológica, que sean zonas donde no se implementan productos tóxicos ni químicos; fortalecer la alianza entre cocinero y campesino para la visibilización de la agrodiversidad y la generación de una cadena de valor entre ambos sectores.
“La agroecología se plantea como reto, debemos fortalecer la diversidad productiva, ello fortalece la seguridad alimentaria. Nuestros países deberían declararse países libres de transgénicos. Tenemos que visibilizar, tenemos que saber su valor económico de la agrodiversidad, eso nos va a demostrar que apoyándonos en nuestros recursos podemos ser competitivos en el mercado interno”, explicó Gomero.
Fernando Canedo, de la Plataforma Nacional de Suelos, consideró que frente a las actuales circunstancias, es necesario ver que es un “momento clave” para demandar a las autoridades bolivianas el impulso de la agroecología, más aún cuando se conformó recientemente el Movimiento Agroecológico Boliviano, integrado por alrededor de cincuenta instituciones a nivel nacional que alientan y trabajan por una agricultura amigable con el medio ambiente y centrado en la producción, distribución, transformación y consumo de alimentos sanos y socialmente equitativos con todos los actores que lo hacen posible.